Experiencia

Medusa: del grito mudo, del grito del horror

Programa distrital de estímulos para la cultura

Instituto Distrital de las Artes

2018

Medusa: del grito mudo, del grito del horror
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Nombre del creador

Beca de creación en artes vivas

Línea de participación

Creación

Área

Artes plásticas y visuales

Convocatoria

Diana Lucía León Bohorquez

Tipo de contenido

Texto

Localidad:

La Candelaria

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Sobre la propuesta: Medusa: del grito mudo, del grito del horror

La Medusa del grito mudo del grito del horror, se convirtió en un lugar para la experimentación entre disciplinas, lenguajes y medios de las artes. Un espacio propicio para la expansión de los lenguajes en sus operaciones múltiples. La Medusa reúne cuerpo, teatralidad, performance, escritura, plástica, sonoridad, video y luz, en una práctica expandida dentro de las artes escénicas. Esta obra no se ubicó ni en el teatro ni en el performance, la obra se movió en una actividad sinérgica entre diferentes lenguajes de las artes. Este entrecruce de lenguajes, sitúa la obra en dentro de las artes vivas, potenciadas desde una práctica escénica.

La obra partió de una imagen, la imagen de un cuadro de la Medusa de Caravaggio, y un texto que describe dicha imagen desde la mirada de la filósofa italiana Adriana Cabarero. Imagen y texto convirtieron a la Medusa en un laboratorio sobre la violencia. La imagen misma de Caravaggio en una puesta del horror, de un acto extremo de violencia, Medusa decapitada, abre nuestra escena, su grito mudo se inserta en nuestra mirada, y nos cuestiona sobre la condición humana y su barbarie. Imagen y texto nos llevaron a la construcción del monstruo como una metáfora de nuestro propio abismo, de nuestro caos. Medusa es a la vez monstruo y humano, es la asesina y verdugo, es la figura de la guerrera, hace parte del ajuar del horror, de nuestro misterio en la violencia. El cuadro nos llevó a abarcar con nuestros ojos su monstruosidad, la mueca del terror, el grito cortado, la sangre que surge a borbollones de su cuello, su cabello erizado de serpientes que le dan aspecto de monstruo. El monstruo es una especie de figura transvestida, transexuada, transhumanizada. La figura del monstruo, nos llevó a una operación de extrañamiento que empleamos a partir de la transformación del humano en muñeco: una figura humana sin sexo, se transforma en una figura masculina con sexo, que a la vez se transforma en la Santa Muerte, en mariachi, en torturador, en niño Dios y por último en un fenómeno de masa informe, un muñeco del horror.

Posibles metodologías: 

Una de las metodologías creativas para abordar la obra “Medusa: del grito mudo del grito del horror”, fue la composición de imágenes hechas con los cuerpos y llevadas a una lógica escénica, es decir a una naturaleza de acto vivo. Razón por la cual abordamos la temporalidad, como elemento primordial para concretar el montaje final de los cuadros que la componen.

Cuando hablamos de suplicio y tortura, en relación a la propuesta que hace Foucault en su texto vigilar y castigar, no sólo nos referimos a un evento de violencia o dolor. También lo concebimos como un acto de exposición pública que necesita de la duración como condición general para sembrar en quien lo observa, una huella en su psiquis.

“La espectacularización del horror y el horror como espectáculo”

Cada una de las imágenes vivas que componen la obra, fueron experimentadas hasta el extremo de sus posibilidades temporales. Tan largas como para producir un estado de ensoñación consciente y colectiva, que nos pudiese asegurar que ellas mismas resonaran en el espectador, mucho tiempo después de verlas. Una especie de composición de reiteraciones poéticas, cuya permanencia le permitiera a las imágenes trascender de su condición visual y comenzaran a ser escuchadas.

Parafraseando a Jaques Rancière, fue entonces como lo que se encontraba en un régimen de visibilidad, comenzó a tomar un ámbito sobre lo decible. Entonces, lo que fue observado con detenimiento nos habló. Las imágenes generosamente se tornaron sonoras y encontraron un lugar para ser palabra, ruido, música.

Tener la posibilidad de ahondar en la creación-investigación de una obra de carácter interdisciplinar, implicó para nosotros sobreponer a una necesidad de mostrar un producto final, el hecho de abrir las ventanas sensibles a lo que la composición escénica nos iba brindando. Pareciera entonces un acto en donde no es la escena la que es manipulada o moldeada por la razón para generar alegorías de otros tiempos y otros espacios, sino más bien son las pulsiones de sus componentes sensibles (imagen, sonido, cuerpo y espacio), quienes dan el sentido final de la obra.

La medusa, en su condición de artes vivas, es un acto de inmersión en el tiempo. Uno que podría asemejarse al momento en que alguien decide caer al agua y comienza a descender a lo profundo, hasta perder el miedo a ahogarse. Con el único fin de experimentar ese instante en que el eros y el tánatos se encuentran. Donde la sensación de vida y muerte se suspenden en el tiempo, y el cuerpo excitado por la necesidad de conservarse consciente, da un grito mudo. Tan mudo que es ensordecedor.